Había una vez un acerico en forma de muñeco de trapo, su creador le hizo sin ojos para que no pudiera ver lo que le ocurriría cada vez que le clavaran un alfiler.
El creador del muñeco nunca pensó que alguien se apiadara de la ceguera puesta adrede para que no viera quien le hacía daño, pero sucedió que una joven cuyo trabajo consistía en coser para señoras de dinero compro el acerico y para que pudiera ver le puso a modo de ojos un montón de alfileres; le coloco en el escaparate de su establecimiento para atraer a clientas con niños, para coser sus uniformes escolares, lo consiguió, pero en detrimento del acerico pues cada vez estaba más decaído, se veía al muñeco decaído, como si aquel muñeco de trapo cuya única misión era estar sentado en un escaparate sin hacer nada, estuviera muy pero que muy triste.
Las niñas se paraban frente al escaparate y decían:
Pobre muñeco, deben haberle pegado.
Los niños se paraban frente al escaparate y decían:
Es que debe ser muy duro que te traten como un monigote, sin poder ir a jugar.
Un día la dueña vio a un grupo de niños comentando que le pasaba al muñeco acerico y lo quito del escaparate, las ventas iban bien y el muñeco ahora causaba una imagen fea en el establecimiento, así que lo guardo en arcón para cuando le fuese más útil, claro que le quito todos los alfileres de los ojos, ahora ya no los necesitaría en la oscuridad donde iba a dormir por largo tiempo.
Un buen día pidió a sus empleadas que tiraran lo que había en el trastero, sucedió que una de ellas mama de cuatro hijos y costurera profesional, lo su hija menor, cuyo cumpleaños seria pronto y para la que no podía comprar un gran regalo- tu y la caja de zapatos serán un gran regalo de cumpleaños-dijo guardándolo en su bolso.
Así en su casa lo lavo y después de secarlo sin que lo vieran las niñas, lo llevo al pequeño salón de su casa, que era donde cosía las prendas que la dueña de la tienda la entregaba para entregar en las fechas convenidas.
- Que te puedo poner de ojos, bonito- dijo mirando su caja de lata llena de botones- te ponga lo que te ponga no podrás ver nada o quizás si- dijo mientras cogía unos enormes botones de un viejo abrigo de la abuela Carmen, abrigo que ahora usaba ella misma y del que quito los botones para que no pareciera tan viejo- esto te dolerá un poco pero quedaras muy guapo con estos grandes ojos- así fue le cosió los botones, cuando termino lo observo y dándole un cálido besito lo envolvió en papal de regalo del usado que guardaba bajo la máquina de escribir en una caja de zapatos vieja .
Lo cierto es que al muñeco le había hecho muchísimo daño, pero ahora veía como la señora le metía en un papel y luego nada más.
Al cabo de unos días unos gritos y movimientos le hicieron sentir un terrible miedo, que pasaba, con lo feliz que estuvo sin ojos en el fondo de un arcón, pensó, pero de pronto sintió como la luz llegaba hasta el, una cara de niña como las que le miraban en aquel horrible escaparate, le observaba muy seria, el no sentía dolor pero si miedo, la niña lanzo un grito que rompió el aire, luego le abrazo con tanta fuerza que el sintió su aliento, su calor cerca de la cara de la niña.
Es precioso mama, es mío, es mío de verdad?- dijo sin parar de abrazarlo.
Si, cariño todo tuyo- dijo la señora costurera profesional y mama de cuatro hijos, que además es madre de este niña en particular- mira que feliz esta de verte cariño- dijo mirando al muñeco en cuya cara se reflejaba una felicidad que jamás había sentido, la felicidad de ser querido y aunque fue creado para ser acerico, ahora es un muñeco que comparte cama con una niña de cuatro años, que le llama tomi y que adora los macarrones con tomate que hace su hermano mayor cuando mama se retrasa por qué tiene que entregar los encargos de la dueña de la tienda de costura.