Acaso no es el señor de la mentira,
El magnánimo Astaroth?
Acaso no mantiene la oscuridad
Protegida a sus hijos?
Quienes osan llamar al príncipe oscuro:
¨mentiroso,
de corazón marchito
cuyo odio descansa en su alma¨
Es la noche,
ella le mece cuan niño de teta.
Allí entre las lágrimas cadavéricas de la luna,
Bella y lánguida
llena.
Jinete de alas negras,
en el castillo del alba.
os llaman,
príncipe de la noche,
la dama descansa en una luna,
Negra y muerta.
La luna llena iluminaba aquel cruce de caminos solitario, tres figuras caminaban en silencio, un anciano daba la mano a un niño de unos ocho años y en la otra mano llevaba una funda de guitarra, un hombre corpulento con un abrigo que le llegaba a los tobillos y cuyo color alguna vez fue negro los acompañaba, lo cierto es que si alguien hubiera pasado por aquel lugar en coche hubiese pensado que estaba alucinando, pero por aquel cruce de caminos solo pasaban los que habían de pasar.
Una mujer con traje rojo y piernas largas y bien contorneadas bajo de un BMW que había aparcado en un lateral del camino, su cabello negro y ondulado una estatura de modelo y los andares de Marlín Monroe, la hacían bastante atractiva, sobre todo a la luz de la luna llena, el niño abrió la boca admirado y el abuelo con un tono de reproche solo le dijo que mirara su sombra.
El niño pareció sorprendido al ver a un ser encorvado y con orejas de lobo en la sombra de aquella bella mujer de rojo.
El niño se sorprendió al ver acercarse a otro hombre, vestía con corbata roja y camisa y chaqueta negra, era calvo y una sonrisa casi hipnotizarte le asusto, el hombretón cogió al muchacho del hombro y dijo es Astarté un poco de respeto, chaval.
Todo estaba demasiado iluminado pensaba el niño, su abuelo parecía estar muy tranquilo.
De pronto una figura extraña se acerco desde el lugar por el que ellos habían llegado caminando, la mujer se apresuro a sacar algo de un maletín del que hasta ahora el niño no se había percatado y la sonrisa de aquel hombre calvo se borro de su cara.
El extraño que se acercaba en silencio, alto, moreno de cabello largo y ojos grandes y rojizos hizo que el niño sintiera una calma extraña, su sombra tenía alas grandes y su forma alta y esbelta le hizo pensar en el ángel de la guarda.
Así que existía, pensó pero no dijo nada.
El primero en hablar fue el hombre grandote del abrigo roído.
Os he traído a los dos como me pedisteis y mi recompensa es el doble de la de siempre-.
Así es- dijo la mujer del traje rojo y el maletín.
- Me sorprende que dos altos señores se hayan dignado venir a recoger el alma de un bluesman- dijo el abuelo en alto, cosa que sorprendió al niño y al grandullón.
El hombre calvo, con traje negro y corbata roja se aproximo al anciano con cara de desprecio y sin dudarlo comento- tú y tu nieto sois míos- puso su mano grande y huesuda sobre el hombro del niño y este sintió ganas de salir corriendo pero se quedo quieto mirando a su abuelo, este parecía estar llorando pero no decía nada, el que hablo para sorpresa de todos fue el ángel, con un tono casi un susurro musical se dirigió al anciano, mientras con su mano delgada y fuerte apartaba la mano del otro hombre.
Anciano vengo aquí en nombre de la bella luna, desde lo alto se ha compadecido de ti y mi querido Astaroth vengo a cambiar el trato.
El hombre calvo no pareció muy alegre, pero asintió, la mujer de la sombra repulsiva comenzó a leer, dos almas se le entregarían si intentaba burlar el trato, el niño parecía sorprendido, su abuelo había vendido su alma para ser un bluesman pero además, había decidido no entregarla el día que así quedo pactado que lo haría.
El y su abuelo debían irse con aquel hombre calvo, pero el ángel volvió a hablar… esta vez al niño le pareció que le guiñaba un ojo, un ángel de la guarda negro le acababa de guiñar un ojo.
Aquellos seres eran demonios y su abuelo le había condenado al infierno, el niño tenía miedo y solo confiaba en aquel ser elegante, de voz suave y modales dulces.
Dos almas por incumplir una fecha- dijo el Ángel negro- Mefistófeles te enseño bien Edith- miro de nuevo a la luna- el caso es que hay otro alma que ofrecer y yo se la he prometido a mi amada luna- su mano se había aferrado al hombro del hombre calvo, este parecía sentir un dolor agudo por su cara, el niño sonrió, ese tipo calvo no le caía nada bien.
Anciano- dijo dame el alma de tu guitarra y el niño será libre- dijo el ángel con una sonrisa dulce mientras el hombre calvo parecía retorcerse de dolor- el anciano miro a la luna y en una voz casi inaudible murmuro- gracias bella- luego se inclino, abrió la funda y saco una bella guitarra blanca entregándosela al ángel negro-.
El ángel la miro y moviendo suavemente la mano, una bella figura femenina salió de aquella guitarra, el anciano lloraba sin cesar, después soltó la guitarra que cayó estrellándose contra el suelo.
Miro hacia el cielo con la bella figura femenina de la mano, dijo esta reunión ha terminado, niño vete antes de que me arrepienta.
El niño entonces miro al abuelo, pero ya no estaba, ni estaba el hombre grandote, ni el BMW ni la mujer de sombra repulsiva, sin embargo le pareció ver en el suelo la sombra del ángel negro que le indicaba una dirección con un dedo.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que se había quedado solo, su abuelo ya no estaría con él jamás, comenzó a llorar pues solo tenía 11 años y no tenía nada en el mundo.
Un ruido y una luz le sorprendió y se paró a un lado de la carretera, era un coche de color plata pero no sabría decir el modelo, una bella mujer vestida de blanco se bajo, hizo instintivamente lo que le aconsejara su abuelo, miro la sombra pero no había.
La mujer le entrego una funda de guitarra, era la de su abuelo, en la cogió y la mujer se volvió al coche y se perdió en la noche.
El niño abrió la funda de guitarra, dentro una bella guitarra negra con lunares blancos como lunas llenas parecía dormir, la acaricio y unas notas dulces y melodiosas salieron de ella.
Era la guitarra de su abuelo, era ella, una voz dulce y melodiosa a la que reconocería en cualquier lugar y que era de aquel ángel negro, murmuro- chico a que esperas, no hagas que me arrepienta, vete- le hizo echar a correr, sin parar, sin preocuparse en mirar atrás y le convirtió en un bluesman.
Epilogo.
Un anciano sentado en la silla de un mugroso hotel de carretera, tocaba una bella melodía mientras en una cama dormía un niño de unos once años.
Una llamada a la puerta le hizo dejar de tocar, al otro lado una bella mujer le observaba con lágrimas en los ojos y mientras lo hacía asentía con la cabeza.
El anciano solo pronuncio dos palabras- mama luna- mientras las lagrimas le recorrían la cara vieja y arrugada, un niño de once años dormía cálidamente en una cama de un hotel mugroso de esos de carretera.