Caminaban en silencio, el calor del día ya comenzaba a pasar, ahora podían salir y con un poco de suerte llegarían al rio que les habían dicho los nómadas que se habían cruzado con ellos días antes.
Pronto la noche caería y sería peligroso caminar por aquel terreno desértico y abrupto.
Vieron a lo lejos el cañón y corrieron, daba igual las pupas de la boca, el hecho de no haber tomado agua desde la mañana y llevar en el cuerpo un par de saltamontes crudos, todo daba igual.
Al llegar al cañón oyeron un murmullo de agua que brotaba, se dejaron caer por entre las rocas, pero cuando llegaron en aquel pequeño cauce había un mono muerto, beber aquellas aguas seria la muerte, siguieron caminando en silencio, debía haber más agua, siguieron por el cauce hasta que vieron que no había más agua, se sentaron justo bajo dos árboles secos y muertos como pronto ellos lo estarían, la noche ya caía, cuando un rugido tras ellos les saco de sus pensamientos.
El alba dio paso a un grupo de mandriles que esperaban a que una pareja de leones terminaran su festín.
Un par de buscadores de tesoros que jamás regresarían a casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario