Deseaba tanto aquel final que casi lo saboreaba, no había dado más vueltas para conseguir su propio triunfo.
Ella era la jefa, todos estaban bajo sus órdenes, atrás quedaba aquella joven recién salida de la universidad que intentaba demostrar su valía frente a los compañeros masculinos en la empresa.
Dos años duros en los que había sufrido humillaciones, malas contestaciones e incluso un intento de abuso por parte de uno de sus compañeros de trabajo.
Sonrío satisfecha, ahora tenía lo que quería, lo tenía gracias a aquella extraña mujer del parque pero aquello era lo de menos.
Cogió su taza de café y el saboreo mientras veía las miradas de los ahora subordinados, estaba feliz.
Poco importaba lo que aquella mujer rodeada de gatos la dijo, poco importaban los extraños relámpagos que cuando acepto lo que ella le dijo, aparecieron en el cielo e incluso por extraño que pudiera parecer, poco importo que aquella mujer le dijera que pasados dos años volvería a por su pago.
Daba igual desde ese día, ella tenía lo que quería y estaba segura de que aquella vieja, los gatos los relámpagos y todo lo demás solo eran una extraña coincidencia.
¿Coincidencias? Por qué no, todo estaba a sus pies y ella estaba feliz de pisar aquello que estaba bajo ellos.
Durante los años que siguieron, dos en concreto, ella fue desgraciada, no hallaba la felicidad si no era dominando.
Para satisfacerse sexualmente, necesitaba usar correas, todos los que osaron ser sus amantes se convirtieron en esclavos sexuales de su ama, estos sofocados la abandonaban.
Laboralmente, solo era feliz cuando sus empleados eran humillados y sometidos a su voluntad.
A veces, lloraba sin motivo mirándose en un espejo, porque no conseguía ser feliz si no era sometiendo, no podía acordarse de cómo era feliz mirando una flor, las flores la repugnaban de un tiempo a esta parte, cuando alguien se las regalaba parecía como si la colgaran una corona de muerto al cuello.
Un buen día, no sabía muy bien porque fue al mismo parque donde aquella vieja dos años antes apareció.
Iba caminando cuando una voz la asusto, era un hombre con un gran danés que la miraba con unos ojos inyectados en sangre.
- Aurea – dijo en voz alta y clara- me ha pedido que le pagues, dice que te ha dado tiempo de sobra para que hagas efectivo tu acuerdo.
Ella remiro con desprecio, no sabía quién era la tal Aurea, pero desde luego si aquello era un atraco no le daría nada.
Fingió no escuchar y entonces el enorme perro, se coloco delante, no sabía cómo había llegado hasta allí, se supone que aquel individuo estaba frente a ella, si se había girado como es que el perro seguía estando frente a ella.
Antes de que se diera cuenta, un relámpago ilumino el cielo de la tarde, una tarde clara sin nubes, ella se quedo mirándolo y un frio helado comenzó a recorrerle las piernas.
Poco a poco, se fue congelando hasta que su corazón dejo de latir.
Estaba sentada, frente al estanque de los patos, con los ojos abiertos mirando el cielo .El bolso abierto y la cartera vacía, tardaron 24 horas en descubrir quién era.
Los dos jóvenes drogadictos que la quitaron la cartera, murieron esa misma noche.
El policía que llevo la investigación de esta muerte, vio a una mujer rodeada de gatos, pero cuando fue a hablar con ella esta no estaba.
También puede que no se diera cuenta de que aquella mujer hablaba con un hombre maduro y solitario sentado en un banco.
Puede que no les viese hablar mientras se alejaban, en una tarde soleada y solitaria en el Parque del retiro.
Ella era la jefa, todos estaban bajo sus órdenes, atrás quedaba aquella joven recién salida de la universidad que intentaba demostrar su valía frente a los compañeros masculinos en la empresa.
Dos años duros en los que había sufrido humillaciones, malas contestaciones e incluso un intento de abuso por parte de uno de sus compañeros de trabajo.
Sonrío satisfecha, ahora tenía lo que quería, lo tenía gracias a aquella extraña mujer del parque pero aquello era lo de menos.
Cogió su taza de café y el saboreo mientras veía las miradas de los ahora subordinados, estaba feliz.
Poco importaba lo que aquella mujer rodeada de gatos la dijo, poco importaban los extraños relámpagos que cuando acepto lo que ella le dijo, aparecieron en el cielo e incluso por extraño que pudiera parecer, poco importo que aquella mujer le dijera que pasados dos años volvería a por su pago.
Daba igual desde ese día, ella tenía lo que quería y estaba segura de que aquella vieja, los gatos los relámpagos y todo lo demás solo eran una extraña coincidencia.
¿Coincidencias? Por qué no, todo estaba a sus pies y ella estaba feliz de pisar aquello que estaba bajo ellos.
Durante los años que siguieron, dos en concreto, ella fue desgraciada, no hallaba la felicidad si no era dominando.
Para satisfacerse sexualmente, necesitaba usar correas, todos los que osaron ser sus amantes se convirtieron en esclavos sexuales de su ama, estos sofocados la abandonaban.
Laboralmente, solo era feliz cuando sus empleados eran humillados y sometidos a su voluntad.
A veces, lloraba sin motivo mirándose en un espejo, porque no conseguía ser feliz si no era sometiendo, no podía acordarse de cómo era feliz mirando una flor, las flores la repugnaban de un tiempo a esta parte, cuando alguien se las regalaba parecía como si la colgaran una corona de muerto al cuello.
Un buen día, no sabía muy bien porque fue al mismo parque donde aquella vieja dos años antes apareció.
Iba caminando cuando una voz la asusto, era un hombre con un gran danés que la miraba con unos ojos inyectados en sangre.
- Aurea – dijo en voz alta y clara- me ha pedido que le pagues, dice que te ha dado tiempo de sobra para que hagas efectivo tu acuerdo.
Ella remiro con desprecio, no sabía quién era la tal Aurea, pero desde luego si aquello era un atraco no le daría nada.
Fingió no escuchar y entonces el enorme perro, se coloco delante, no sabía cómo había llegado hasta allí, se supone que aquel individuo estaba frente a ella, si se había girado como es que el perro seguía estando frente a ella.
Antes de que se diera cuenta, un relámpago ilumino el cielo de la tarde, una tarde clara sin nubes, ella se quedo mirándolo y un frio helado comenzó a recorrerle las piernas.
Poco a poco, se fue congelando hasta que su corazón dejo de latir.
Estaba sentada, frente al estanque de los patos, con los ojos abiertos mirando el cielo .El bolso abierto y la cartera vacía, tardaron 24 horas en descubrir quién era.
Los dos jóvenes drogadictos que la quitaron la cartera, murieron esa misma noche.
El policía que llevo la investigación de esta muerte, vio a una mujer rodeada de gatos, pero cuando fue a hablar con ella esta no estaba.
También puede que no se diera cuenta de que aquella mujer hablaba con un hombre maduro y solitario sentado en un banco.
Puede que no les viese hablar mientras se alejaban, en una tarde soleada y solitaria en el Parque del retiro.