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El viaje


Caminé durante horas ,bajo la luz de la luna llena que iluminaba el valle de las sombras.

Finalmente encontre el lugar exacto donde poder cavar y allí en medio de la nada mas absoluta enterre mi corazón.

solo mientras navego vuelve a la vida, entre brumas de recuerdos, que en sustancia creo que no existen.

Precisamente por que son realidades en si mismos.











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miércoles, 4 de julio de 2007

Manzanares el real , una encrucijada de caminos

Manzanares el Real y la encrucijada de caminos

Llegamos a Manzanares a las 6 de la tarde de un Agosto luminoso y caluroso.

Llegamos con tanto calor que decidimos recorrer los bares de la placita para refrescarnos antes de la subida al palomar donde haríamos noche.
El calor era algo que a pesar de que estábamos en plena serranía no se soportaba.

Dos horas después comenzamos a ascender por la carretera de montaña que nos llevaría hasta el lugar elegido en plena Pedriza.

Con las cervecitas corriendo por las venas y aquel calor tan insoportable empezamos a entretenernos por aquel camino. Que hermosas flores y que hermoso lugar.

Pronto empezamos a hacer dedo para ver si alguien nos llevaba hasta aquel inhóspito lugar y de repente un coche paro. Un hombre de pelo cano y un todo terreno nos permitió subir a su vehículo para que pudiésemos continuar viaje.
Pero aquel señor que parecía tan galán al comienzo resulto ser un tunante y nos apeamos a la mitad del trayecto por que queríamos estirar las piernas. Sin que nos las manosearan.

Después de estar andando durante aproximadamente una hora con noche cerrada vimos a lo lejos una sombra o eso parecía, a medida que nos acercábamos nos dimos cuenta que aquello era un enorme toro.

Una hermosa luna de Agosto iluminaba aquel camino y aquel tozudo animal no se quitaba se limitaba a estar ahí mirándonos con sus ojillos bovinos. Así que nos desviamos en la primera bifurcación que el camino nos dio por si aquel animalito de toneladas de peso echaba a correr tras nosotros como ya habíamos visto hacer en Pamplona, son pesados y torpes pero corren que se las pelan.

Durante unos 15 minutos nos sentimos libres y seguros sin miedo a que aquel animalito nos siguiera por el camino, pronto nos vimos frente un campo llano lleno de toros durmiendo. Comenzamos a atravesarlo para no tener que volver hacia el lugar donde habíamos dejado al enorme astado.

Cuando llevábamos un rato caminando a través de aquellos astados animales, vemos llegar una moto. El conductor de dicho vehículo se baja y se quita el casco y la camisa. Se coloca delante de uno de estos animalitos y comienza a increparle para que se levante.

Ey, ey toro. – gritaba. – venga haber si tienes lo que tienes que tener.

De pronto y sin previo aviso se puso a cantar el torito de el Fari aquello parecía sacado de una película de Esteso y Pajares.

El caso es que cargadas con las mochilas y sin descanso comenzamos a correr sin parar, el corazón se nos salía del pecho pero aquel idiota estaba levantando a todos aquellos animalitos que en caso de enfadarse no se iban a andar con contemplaciones.

Llegamos al palomar como en un vuelo con el corazón fuera del pecho y un enorme resoplar en los labios y montamos la tienda casi en el río por que no estábamos en condiciones de buscar nada más.
Solo cuando el sol salio al día siguiente pudimos contemplar la grandeza de una sierra magnifica y con un olor a romero que pocos lugares tienen en el mundo.

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