Finisterre ( la costa de la muerte)
Subimos para rendir homenaje al primo de un amigo al que se llevo La mar.
Aquel lugar es mágico, con sus barquitos pescadores y su lonja, todos los días arribaban allí los barcos de pesca.
Aquel día fuimos a dar una vuelta por los alrededores que son igualmente increíbles y a la vuelta encontramos en el camino dos ancianas que llevaban sendos sacos de patatas en la cabeza, acercamos a una de ellas al pueblo y la otra se fue camino de su aldea caminando.
Abuela callada y nerviosa aquella que bajo con nosotros al pueblo.
Al día siguiente preguntamos por ella a la señora del hostal y nos contó que era viuda de marinero, que es como decir como todas las demás.
Fuimos a visitarla y nos dio las gracias mostrándonos el lugar donde vivía una casa destartalada en el puerto.
Subimos esa noche al faro donde se reunían los chavales jóvenes de por allí y juntos compartimos algunas cervezas ( botellón) como lo llaman algunos y algunos canutos de Maria.
Fue una noche extraña como extraños son aquellos lugares de esa Galicia que me enamoro y me enamora. Escucho la mar como si me llamara y su voz es como canto de sirena.
Olas que golpean el corazón y la memoria, ahora negras, pero en su día grises y bravías..
Mar bravo y extraño el de aquella salvaje Galicia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario