Desde el gran rio,
La música suena tan fuerte que todos bailan, pero el maestro
no se mueve, con los ojos en blanco fija la mirada, parece negar con la cabeza.
Los que están allí congregados tienen miedo, reniegan, el
maestro toma la mano del joven que vino a verle.
Un grupo miraba con los ojos llenos de miedo, pero el
maestro tenia cogido con tanta fuerza al joven que este empezó a llorar.
De pronto el joven cayo contra el suelo, la música ceso, el
viento se levanto con fuerza, el maestro soltó la mano del joven.
Asentía con la cabeza, mientras la luna se cubría de nubes,
todos se fueron marchando, allí solo quedo el joven.
Cuando se despertó, solo había un circulo con fuegos medio
apagados, en aquel claro, camino en silencio siguiendo las hileras de humo que salían
de las antes ardientes antorchas, noto como si alguien le siguiera, el
movimiento de los arboles se volvió incesante, intento correr pero no podía,
era como si la tierra le cogiera los pies.
Entonces solo entonces, supo y lo supo con claridad, que
estaba muerto, muerto.
Pero lo que también supo, es que su cuerpo no sabía que su
muerte ya había ocurrido, por lo que de pronto cayó contra el suelo, la llama
de una antorchar que estaba a unos cuantos metros, se lanzo contra su cuerpo y ardió,
ardió como si fuera paja seca, ardió tanto.
Que cuando lo encontraron, pensaron que se trataba de algún
muerto que habían sacado del cementerio, aunque no había profanación de tumbas,
aquel cuerpo estaba demasiado quemado para tratarse de un ser humano vivo, así
que archivaron el caso.
En una pequeña población cerca del rio, la gente pudo dormir
tranquila, sin sobresaltos ni miedos, el mal había sido eliminado, lo habían
quemado, en aquel claro cerca del pantano, el maestro había acabado con él.
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