Hacia tanto que no comían, que las raíces que calentó en el
puchero con agua, le parecieron gloria.
El problema fue que no había raíces para todos, así que ella
solo tomo el caldo.
A la mañana siguiente nadie más se despertó, solo ella.
Todos estaban muertos, salió fuera de la casa y los enterró.
Luego cogió sus cosas dispuesta a irse, pero le pareció que
alguien la llamaba, era su hermano mayor, hacia más de dos meses que se fue a
buscar caza y no había vuelto aun, ahora la parecía que la llamaba.
Corrió en aquella dirección, pensando encontrar a su
hermano, pero hallo un pequeño riachuelo, nunca se había adentrado tanto en el
bosque y ahora le pareció algo estúpido correr tras una voz.
En aquel arroyo había tres mujeres, la observaban mientras
lavaban aljor parecido a unas sabanas.
Eh- oyó que la decían- acércate y coge algo de ropa, en el
palacio necesitan más gente para lavar- se volvió a escuchar el aullido del
viento, entonces se percato del frio que hacía, había salido con el camisón y
como había estado cavando no se había dado cuenta del frio que hacia hasta este
momento.
Se acerco y cogió una sabana, era muy grande, de color
celeste y la intento meter en el agua, pero era muy larga, no terminaba de
salir del cesto.
Se giro para pedir ayuda pero no había nadie, entonces miro
hacia el agua era su hermano, estaba ahogando a su hermano.
Grito soltando la cabeza, pero él no se movió, estaba
muerto.
Retrocedió sentando contra el suelo como estaba, las ramas y
hojas la hacían daño, se levanto horrorizada y gritando corrió por el bosque,
hasta llegar a un enorme árbol.
Las tres mujeres estaban allí sentadas, mirándola.
No has lavado bien- dijeron- no podemos ayudarte.
Ella estaba paralizada, no podía moverse, las mujeres que se
contoneaban con sinuosos movimientos, se la acercaron y la arrancaron el corazón.
Vio como lo hacían, sintió el dolor, el miedo, la soledad y
mientras moría, sintió el vacio.
El vacio de estar sola ante la muerte.
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