Era Invierno en París, hacia frio, solo mantenía del servicio a Lucero nuestro mayordomo y a Carla, la chica que se ocupaba de la compra y todo lo dem.as.
El viento fuera era feroz, la nieve lo cubría todo, era impresionante ver la muerte de la naturaleza.
Lucero, me trajo una carta, venia del Cairo, era del jefe del museo.
En esa carta se me informaba de la muerte de mi querido Rouger, yo enloquecí, no era posible.
Pronto seria la muerte mima, subí a mi cuarto, mi bebe y yo no podríamos sobrevivir sin el-
El ático arriba en las cajas había cuerdas y utensilios que el usaba en sus expediciones, fama y fortuna en una miserable caja de madera.
Saque una soga y me aupé en la caja pase, con cuidado la soga por el saliente de madera del ático.
Ajuste alrededor de mi cuello la soga, y me colgué… pero aquella cuerda no estaba bien atada, caí, me golpee, si lo hice
Luego el hospital, el bebe me decían que moriría yo no sobreviviría.
Entonces el acomodador del tren? pero no quería saber, firme por la vida del alma de mi bebe.
Aquel lugar no era el hospital, aquel lugar era un lugar como cualquier otro, fuera del hotel del dolor, no había gente pero sabia que estaba la gente, aunque puede que no fuera gente, que mas daba, debía llegar a esa estúpida estación.
Cruce la calle, pero o me había confundido de lugar o jamás había estado allí.
Un sonido detrás de mi me hizo correr, hacia la noche, hacia la ciudad, eso que venia no estaba buscando amigos.
Me escondi en un edificio que tenia la puerta abierta, subi por unas escaleras muy gastadas y llegue aun piso, en el una puerta me esperaba abierta, entre.
Dentro una soga me estaba esperando, una silla a sus pies y una nota en la mesa que decía:
Estas dispuesta a repetir lo mismo una y otra vez?
Cerré la puerta y me senté contra ella, ahora solo podía pensar en mi bebe.
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