Una bellísima mujer vino a verme al salir del monasterio, pero no me fie de ella, no cuando la vida de unos pocos está en juego, que alguien venga y te diga que has de hacer da que pensar.
Me fui a donde decía, aquel Nosferatun tenía que hacer lo que estaba destinado a realizar.
Matar al último de los cullem, eso había dicho la mujer bella.
Mire la luna, recordé a los resistentes lobos, a los seres mágicos de las montañas luchando por su vida, recordé a los humanos libres, a los míos luchando por el no sometimiento.
Qué clase de mundo ofrecía Frost, un mundo de sometimiento a él, eso no iba a ser para mí.
Cuando llegue al paso, el Nosferatun ya estaba allí y pensaba muy alto, sonreí cuando le oí mentalmente hablar de mi belleza.
Luego, mire hacia la noche, había que irse y se lo hice saber, era agradable estar con los antiguos amos de la noche.
Le cedí al gato con gusto, de hecho este estaba encantado de cogerlo, pensaba algo sobre la niña, algo que yo ya había notado.
Pero era una niña fuese de la raza que fuese, continúe caminando en silencio.
Cuando el alba comenzó asomar, nos escondimos en las cuevas para descansar.
Yo vigilaba mi compañero debía descansar junto con la niña y el gato.
Una música se hizo muy machacona en mi cabeza, era un canto gregoriano, venia de lo lejos, luego deberíamos ir a ese lugar.
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