Fue apresada, la llamaban la bruja del bosque, pero ella no era una bruja.
La llevaron detenida en una carreta con otras cinco mujeres, adoradoras de Satanás las decían, pro ella no adoraba a nadie, excepto a sus animalitos y sus plantas.
La acusación brujería, por intentar salvar a un soldado que murió por una enfermedad llamada tifus.
La familia dijo que le había obligado a ingerir unas plantas y que había hecho unas plegarias en latín, pero mientras escuchaba los lamentos de las otras mujeres de la carreta, no paraba de darle vueltas a una idea.
No eran en latín, siempre las dijo en céltico, en el idioma de sus padres, claro que eso era más antiguo que aquella estúpida religión de cruces y vino.
La encarcelaron y amarraron a la pared, con unos grilletes, el hedor en aquel lugar era peor que oler mofetas, pensó y sonrió para sí.
Se recostó en la pared, no podía hacer mucho mas, todo el tiempo que paso allí se la hizo insoportablemente duro, escucho durante horas, gritos suplicando agua, golpes, lamentos.
Cerró los parpados y espero, cuando alguien la toco grito:
- Esta, está muerta, llamar al inquisidor!-
Se quedo quieta, sintiendo el calor de aquel que la tocaba, la sangre que corría por sus venas, recordó como había sido una vez cuando el mundo era magia, cuando los sueños no eran sobre cruces, vino y pecados
Antes de que los Romanos mataran a los distintos, que la magia se escondiera en los bosques, antes de todo aquello.
La soltaron los grilletes, la llevaron a una carreta y allí la arrojaron con otros cuerpos, hediondos, pútridos algunos, con heridas cangrejadas y otros muertos por las terribles heridas que tenían en la cabeza, parpados, etc.
Olio el aire de la noche, los murciélagos estaban cazando insectos y la gente aterrada colgaba de sus ventanas ajos y plantas para ahuyentarlos, eso no echaba a los murciélagos.
Se incorporo cuando noto que ya no había nadie a su alrededor y se marcho, se alejo hasta que llego al bosque, el olor de musgo fresco, de humedad la hizo sentir ganas de irse.
Ahora perdida y sola en aquel bosque tenía que irse, no había lugar para la magia, fue a la pequeña cabañita del árbol y cogió sus pertenencias, un pequeño objeto en forma de estrella con ella llegaría al mar y allí podría encontrar un medio para llegar a la Isla.
Su tiempo ya había pasado, era el tiempo de los hombres y sus creencias y las hadas, los unicornios y demás ya no existían.
Canto una canción que solo los animales del bosque conocían y un caballo blanco de increíble belleza apareció, monto sobre él y salió a un claro al lado este del bosque, donde los humanos aun no habían llegado, el caballo desplego sus alas y se elevo en dirección al mar, mientras la bella luna llena iluminaba el valle, aquella criatura lloraba lagrimas de plata por los que la habían condenado por no pertenecer a su cruz y su vino.
La llevaron detenida en una carreta con otras cinco mujeres, adoradoras de Satanás las decían, pro ella no adoraba a nadie, excepto a sus animalitos y sus plantas.
La acusación brujería, por intentar salvar a un soldado que murió por una enfermedad llamada tifus.
La familia dijo que le había obligado a ingerir unas plantas y que había hecho unas plegarias en latín, pero mientras escuchaba los lamentos de las otras mujeres de la carreta, no paraba de darle vueltas a una idea.
No eran en latín, siempre las dijo en céltico, en el idioma de sus padres, claro que eso era más antiguo que aquella estúpida religión de cruces y vino.
La encarcelaron y amarraron a la pared, con unos grilletes, el hedor en aquel lugar era peor que oler mofetas, pensó y sonrió para sí.
Se recostó en la pared, no podía hacer mucho mas, todo el tiempo que paso allí se la hizo insoportablemente duro, escucho durante horas, gritos suplicando agua, golpes, lamentos.
Cerró los parpados y espero, cuando alguien la toco grito:
- Esta, está muerta, llamar al inquisidor!-
Se quedo quieta, sintiendo el calor de aquel que la tocaba, la sangre que corría por sus venas, recordó como había sido una vez cuando el mundo era magia, cuando los sueños no eran sobre cruces, vino y pecados
Antes de que los Romanos mataran a los distintos, que la magia se escondiera en los bosques, antes de todo aquello.
La soltaron los grilletes, la llevaron a una carreta y allí la arrojaron con otros cuerpos, hediondos, pútridos algunos, con heridas cangrejadas y otros muertos por las terribles heridas que tenían en la cabeza, parpados, etc.
Olio el aire de la noche, los murciélagos estaban cazando insectos y la gente aterrada colgaba de sus ventanas ajos y plantas para ahuyentarlos, eso no echaba a los murciélagos.
Se incorporo cuando noto que ya no había nadie a su alrededor y se marcho, se alejo hasta que llego al bosque, el olor de musgo fresco, de humedad la hizo sentir ganas de irse.
Ahora perdida y sola en aquel bosque tenía que irse, no había lugar para la magia, fue a la pequeña cabañita del árbol y cogió sus pertenencias, un pequeño objeto en forma de estrella con ella llegaría al mar y allí podría encontrar un medio para llegar a la Isla.
Su tiempo ya había pasado, era el tiempo de los hombres y sus creencias y las hadas, los unicornios y demás ya no existían.
Canto una canción que solo los animales del bosque conocían y un caballo blanco de increíble belleza apareció, monto sobre él y salió a un claro al lado este del bosque, donde los humanos aun no habían llegado, el caballo desplego sus alas y se elevo en dirección al mar, mientras la bella luna llena iluminaba el valle, aquella criatura lloraba lagrimas de plata por los que la habían condenado por no pertenecer a su cruz y su vino.
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