Me pare, justo frente al puerto.
El olor a humedad, sal, pescado, todo junto…. Me sentía feliz de poder irme de aquel lugar, de aquel maldito y asqueroso pueblo.
Mire hacia el cielo, la luna seguía en su actitud altiva, fría, segura.
Yo? Allí, sabía que tenía que coger aquel barco e irme, la noche y el día, cuanto llevaba sin ver la luz del día? Siglos- pensé- colocándome justo al borde del embarcadero, allí elegante, casi majestuoso, ese barco esperaba, me esperaba.
¿Qué pasaría si por una vez yo viese el día? Nunca lo había intentado, había dado por hecho que moriría, pero y si no era así?
Respire hondo, una última mirada al pasado, al castillo, al sueño pútrido de algo que pudo ser y jamás será.
Subí al barco, lo hice de un salto, por que usar puertas cuando puedes usar piernas- pensé y sonreí- allí estaba mi pequeña goleta, impávida con el tiempo pasado, dos palmas y todos los que habían hecho posible que saliera de nuevo a la mar a mis órdenes.
Adiós luna- pensé para mis adentros- volveré o no, aun está por determinar.
El barco fue saliendo del embarcadero, poco a poco, lentamente mientras cortaba las aguas del azul con su casco, firme, seguro.
No hubo ninguna mirada hacia atrás, no hay que mirar lo que no se ha de volver a ver, solo el futuro me esperaba, una Isla entre dos estrellas.
Un futuro, de oscuridad sin poder volver a ver el sol, pero viendo otros soles, la oscuridad y la luz nunca riñen, son parte del todo.
El todo es indivisible, el bien y el mal solo es cuestión del lado en el que te encuentres, el cristal por el que mires, el vaso desde que ángulo lo bebas.
Puede que eso sea cierto, o puede que todo sea mentira, pero hoy, ahora solo sabía que tenía una mar que explorar, un castillo que dejaba atrás.
Un bramido surco las aguas oscuras- me hizo sonreír- como pude olvidarlo- pensé- y un dragón que me esperaba en la Isla junto a las dos estrellas.
El olor a humedad, sal, pescado, todo junto…. Me sentía feliz de poder irme de aquel lugar, de aquel maldito y asqueroso pueblo.
Mire hacia el cielo, la luna seguía en su actitud altiva, fría, segura.
Yo? Allí, sabía que tenía que coger aquel barco e irme, la noche y el día, cuanto llevaba sin ver la luz del día? Siglos- pensé- colocándome justo al borde del embarcadero, allí elegante, casi majestuoso, ese barco esperaba, me esperaba.
¿Qué pasaría si por una vez yo viese el día? Nunca lo había intentado, había dado por hecho que moriría, pero y si no era así?
Respire hondo, una última mirada al pasado, al castillo, al sueño pútrido de algo que pudo ser y jamás será.
Subí al barco, lo hice de un salto, por que usar puertas cuando puedes usar piernas- pensé y sonreí- allí estaba mi pequeña goleta, impávida con el tiempo pasado, dos palmas y todos los que habían hecho posible que saliera de nuevo a la mar a mis órdenes.
Adiós luna- pensé para mis adentros- volveré o no, aun está por determinar.
El barco fue saliendo del embarcadero, poco a poco, lentamente mientras cortaba las aguas del azul con su casco, firme, seguro.
No hubo ninguna mirada hacia atrás, no hay que mirar lo que no se ha de volver a ver, solo el futuro me esperaba, una Isla entre dos estrellas.
Un futuro, de oscuridad sin poder volver a ver el sol, pero viendo otros soles, la oscuridad y la luz nunca riñen, son parte del todo.
El todo es indivisible, el bien y el mal solo es cuestión del lado en el que te encuentres, el cristal por el que mires, el vaso desde que ángulo lo bebas.
Puede que eso sea cierto, o puede que todo sea mentira, pero hoy, ahora solo sabía que tenía una mar que explorar, un castillo que dejaba atrás.
Un bramido surco las aguas oscuras- me hizo sonreír- como pude olvidarlo- pensé- y un dragón que me esperaba en la Isla junto a las dos estrellas.
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