La mascara.
Hubo una vez un caballero, condenado a vagar entre las negras aguas de la nada por los lustros de los tiempos pasados.
Dicho caballero, perdido en el limbo atemporal, vagaba por los oscuros eones de los tiempos del devenir eterno.
Ocurrió que ese caballero sumido en el negro y atemporal tiempo, perdió todo lo que consideraba hogar, condenado a un exilio no merecido quedo entre lo vivo y lo muerto como alma condenada al más puro y certero exilio.
Estaba en aquel páramo desolado de no vida, cuando un día apareció una criatura de luz, no era muy grande pero si hacia mucho ruido.
Primero ilumino un camino con luciérnagas de colores a las que llamaba almas, para no perderse de camino a un tronco pútrido y carcomido que en poco tiempo se lleno de hojas, después un montón de estrellas fugaces llenaron el cielo de colores y texturas sin límites.
Mientras el en la oscuridad observaba maravillado como los gusanos reptantes y repulsivos del tronco pútrido se hacían bellas mariposas, comenzó sin saberlo a acercarse a la pequeña criatura de luz que en poco había creado un bello arco-iris cerca de una charca inmunda que ahora estaba llena de vida.
Vio un enorme dragón dormitaba a su lado, parecía estar muerto, pero ella le llevaba agua y le cantaba canciones mientras el resto de las criaturas que a su alrededor se reunían la escuchaban maravillados.
Así, un día sin darse cuenta se acerco demasiado el caballero, vio a la bestia enorme y feroz abrir los ojos y a la pequeña criatura de luz girarse para mirarle.
El rostro del caballero era temible, pues su rostro cadavérico con dos puntos rojos en sus cuencas imponía temor al mirarlo.
Pero no asusto a la criatura de luz que se levanto dando un salto y parecía estar muy contenta además, mientras levitaba en su resplandor extendía sus manos hacia el rostro del caballero, mirándole fijamente a las cuencas rojas dijo:
Por fin te encontré- dijo- me gusta tu casa, aunque has tardado mucho en venir a verme…. Traigo un regalo para ti y estirando con sus manitas luminosas del casco del caballero dejo el rostro al descubierto.
Por fin apareces mi señor, tengo que contaros un cuento….
Hubo una vez un caballero, condenado a vagar entre las negras aguas de la nada por los lustros de los tiempos pasados.
Dicho caballero, perdido en el limbo atemporal, vagaba por los oscuros eones de los tiempos del devenir eterno.
Ocurrió que ese caballero sumido en el negro y atemporal tiempo, perdió todo lo que consideraba hogar, condenado a un exilio no merecido quedo entre lo vivo y lo muerto como alma condenada al más puro y certero exilio.
Estaba en aquel páramo desolado de no vida, cuando un día apareció una criatura de luz, no era muy grande pero si hacia mucho ruido.
Primero ilumino un camino con luciérnagas de colores a las que llamaba almas, para no perderse de camino a un tronco pútrido y carcomido que en poco tiempo se lleno de hojas, después un montón de estrellas fugaces llenaron el cielo de colores y texturas sin límites.
Mientras el en la oscuridad observaba maravillado como los gusanos reptantes y repulsivos del tronco pútrido se hacían bellas mariposas, comenzó sin saberlo a acercarse a la pequeña criatura de luz que en poco había creado un bello arco-iris cerca de una charca inmunda que ahora estaba llena de vida.
Vio un enorme dragón dormitaba a su lado, parecía estar muerto, pero ella le llevaba agua y le cantaba canciones mientras el resto de las criaturas que a su alrededor se reunían la escuchaban maravillados.
Así, un día sin darse cuenta se acerco demasiado el caballero, vio a la bestia enorme y feroz abrir los ojos y a la pequeña criatura de luz girarse para mirarle.
El rostro del caballero era temible, pues su rostro cadavérico con dos puntos rojos en sus cuencas imponía temor al mirarlo.
Pero no asusto a la criatura de luz que se levanto dando un salto y parecía estar muy contenta además, mientras levitaba en su resplandor extendía sus manos hacia el rostro del caballero, mirándole fijamente a las cuencas rojas dijo:
Por fin te encontré- dijo- me gusta tu casa, aunque has tardado mucho en venir a verme…. Traigo un regalo para ti y estirando con sus manitas luminosas del casco del caballero dejo el rostro al descubierto.
Por fin apareces mi señor, tengo que contaros un cuento….
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