Carnaval.
Todos caminan despreocupados .Nadie se fija en la dama de azul y rojo, nadie excepto los que a su lado caminan.
El extraño acompañante que lleva a su lado no parece preocuparse por aquellos que sin miramientos atropella.
En la siguiente calle un bufón se para en seco y la saluda, ella coqueta le sonríe y corresponde con una grotesca reverencia. Los tres cambian el paso y continúan en dirección norte por la esquina más próxima.
La calle acaba en un muro de ladrillo rojo destartalado. Varios mendigos dormitan en colchones y cartones húmedos por la lluvia.
El bufón salta haciendo cabriolas para que despierten, tres de los cuatro mendigos aturdidos por el alcohol se despiertan y huyen corriendo pero el cuarto no se mueve.
Los ojos vidriosos de aquel mendigo se hacen risa cuando la dama le enseña bajo la capa un seno y con mirada picara le informa que ha sido agraciado con el primer premio.
El mendigo con aire de niño malo la toma de la cintura y sin mirar al caballero que la acompaña la intenta besar.
De pronto el caballero alza los brazos y una gran fiesta comienza. Lujuria y deseo bailan de la mano.
Poco a poco los tres mendigos huidos vuelven a su callejón. Pero no están los extraños visitantes, solo su amigo, sigue dormido.
Don carnal, doña lujuria y el pequeño pantomima tienen un nuevo invitado en la fiesta de no vida.
Todos caminan despreocupados .Nadie se fija en la dama de azul y rojo, nadie excepto los que a su lado caminan.
El extraño acompañante que lleva a su lado no parece preocuparse por aquellos que sin miramientos atropella.
En la siguiente calle un bufón se para en seco y la saluda, ella coqueta le sonríe y corresponde con una grotesca reverencia. Los tres cambian el paso y continúan en dirección norte por la esquina más próxima.
La calle acaba en un muro de ladrillo rojo destartalado. Varios mendigos dormitan en colchones y cartones húmedos por la lluvia.
El bufón salta haciendo cabriolas para que despierten, tres de los cuatro mendigos aturdidos por el alcohol se despiertan y huyen corriendo pero el cuarto no se mueve.
Los ojos vidriosos de aquel mendigo se hacen risa cuando la dama le enseña bajo la capa un seno y con mirada picara le informa que ha sido agraciado con el primer premio.
El mendigo con aire de niño malo la toma de la cintura y sin mirar al caballero que la acompaña la intenta besar.
De pronto el caballero alza los brazos y una gran fiesta comienza. Lujuria y deseo bailan de la mano.
Poco a poco los tres mendigos huidos vuelven a su callejón. Pero no están los extraños visitantes, solo su amigo, sigue dormido.
Don carnal, doña lujuria y el pequeño pantomima tienen un nuevo invitado en la fiesta de no vida.
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