El señor muerte se sentó, siempre tan elegante, tan
refinado.
Aunque algunas personas piensen que su aspecto es el de
una calavera, cada ser humano lo percibe de una forma diferente.
Es como una nebulosa que camina, dando el aspecto que
cada uno quiere ver.
Rara vez se muestra como es, aunque cuando lo hace, su
aspecto de persona educada y amable, tiene una doble faceta, con una mueca
horrenda que pocos conocen.
El nunca va a hacer el trabajo sucio, para eso están sus
hombres oscuros, ellos son indiferentes al dolor, a tu pasado o presente, a tu
futuro, solo cosechan, son como meros, recaudadores que van a llevarse a los
muertos al lugar que corresponde.
El señor muerte, realmente no es un empleado, es un
jefe.
Le gusta descansar en las noches de verano en la puerta
de su casa en la mecedora, con su cigarro en la mano y una copa de buen coñac
en la otra.
Su sombrero de copa, le gusto esta moda del siglo XIX y
se la quedo, pero algunas veces va vestido como un terrateniente en la época de
las colonias, o como un señor medieval, depende de para quien tenga que venir a
verle.
Yo tuve suerte, iba con sus elegantes ropajes a los años
70, muy parecido a cómo podría ir un músico de esta época.
Tienes que irte mi querida señorita, te esperan en la
plaza de los cubos,- dijo mirándose el enorme anillo negro de su mano derecha- está
en peligro de muerte la muchacha de negro- volvió a mirarse las manos llenas de
anillos- cuidado con el caballero de brillante armadura, va disfrazado de
humano y busca tu cabeza- sonrió con una mueca que helaba la sangre- venga,
vete, te está esperando.
Me gire para ver que señalaba con su dedo y cundo volví
la cabeza ya no estaba.
La Plaza de los cubos, ¿estaba en Madrid?
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