Durante días y meses vago, hasta que un día alguien cogió una de sus narraciones y dijo es genial, entonces el hombre triunfo.
Al principio se sentía feliz, pero poco a poco los que le rodeaban le hicieron sentir mal, era malo quizás escribiendo o no tenía la suficiente capacidad de creación.
Poco a poco dejo de creer en él y comenzó a vagar, al principio solo quería disfrutar del aire del sol, quizás una buena conversación pero cuando mas buscaba menos encontraba y así un buen día entro en la calle de la soledad y encontró un bar.
Al principio su soledad era tan importante que no entro en el bar, poco a poco por el movimiento rutinario de los clientes, se fue moviendo hacia su interior, poco a poco, fue entrando en aquel lugar, su oscuridad, el anonimato con olor a alcohol y moho, fue apoderándose de sus pulmones.
Así todos los días salía de su casa en busca de aquel lugar en extremo opuesto de la ciudad, nadie le miraba como si fuera distinto, el era uno más, sus opiniones eran tan validas como las de cualquier otro, por fin había encontrado un lugar donde no era ¿mediocre?
Pero se dio cuenta de que no era cierto, la gente le saludaba con respeto sus ideas eran tenidas en cuenta, en exceso, o en defecto era el centro de atención de aquel lugar.
No le gusto, así que un buen día salió del bar, vio en un rincón tirado a un hombre con un cartón de vino en la mano, le miro largo rato y fue a sentarse a su lado, el mendigo le dio su cartón de vino y un cacho de pan duro, el hombre comió y bebió.
Al mendigo le daba igual que fuera, o que fue, le daba lo mismo como venia y entonces el mendigo le dijo:
Compañero me quede sin vino, vamos a comprar más, si me dejas un par de monedas yo pongo el resto.
El hombre comenzó a llorar, en todo aquel bagaje, en todo aquel triunfo, era la primera vez que alguien le trataba como un igual, le daba sin pedir, compartía, el hombre le dio todas sus monedas sueltas, pues sabía que el mendigo no aceptaría caridad, solo alguien que le mirara, que compartiera y que le escuchara, así que se quedo, le escucho y entonces supo lo que era ser un hombre.
Aquel día volvió a casa, a su gran casa, con todo su éxito y escribió, escribió como la soledad come el alma, escribió sobre el silencio, sobre su amigo y el cartón del vino, y volvió a ser feliz, sin importarle lo que los demás dijeran, opinaran, sin importarle.
No hay comentarios:
Publicar un comentario